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Si preguntamos a los niños a qué van a la escuela, generalmente responden: "a estudiar". Si hacemos la misma pregunta a los padres, ellos dicen: "a aprender". En ambos casos la escuela se ve únicamente como transmisora de conocimiento.

De aquí que muchos profesores tengan presente que su obligación es enseñarle matemáticas al niño a como dé lugar, y que no es su problema si el alumno es golpeado o se lleva mal con algún compañero.

En los últimos años, este concepto de escuela se ha tratado de modificar. Después de todo, la escuela es otro centro de convivencia en donde nuestros hijos pasan y pasarán gran parte de su vida. La escuela, además de transmitir conocimientos académicos, debe ser transmisora de valores.

Los valores se expresan en reglas, en una escuela jamás se deberían permitir los gritos, insultos o burlas. Y no debe ser problema menor ver a dos estudiantes pelear o quitar cosas a otros; sin embargo, algunos profesores se excusan con la frase "soy su maestro, no su mamá".

Sí es cierto, la fuente principal de los valores son los padres y la familia; pero eso no le quita su responsabilidad al profesor -una figura de autoridad-, como guía para los estudiantes. Recordemos que los niños están en una etapa de formación, y si no tiene las mismas reglas tanto en casa como en la escuela entonces aprenderá a manipular.

Si en la escuela no hay valores ni reglas, el niño aprenderá que para mantener contentos a sus padres seguirá las reglas en casa; pero que en la escuela (y el mundo exterior) puede hacer lo que quiera sin consecuencias.

La escuela debe ser también un centro de aprendizaje para enfrentarse a problemas sociales como la intimidación. Y los profesores deben ser parte activa en este proceso.

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